09 febrero 2004

Entre whiskies, benzos, tetas y culos, ha llegado febrero y ni me he dado cuenta. Febrero es un mes bastante odioso, por una parte se celebra le carnaval, cosa que no soporto, tanto gilipollas por la calle disfrazado y dando el coÒazo con sus bromitas y sus ìøa que no me conoces?î. Para terminar el mes con alegrÌa, ahÌ est· San ValentÌn... San ValentÌn, San valentÌn, °VALIENTE IDIOTEZ ! Lo que habrÌa que celebrar, es el hecho de NO estar enamorado, eso sÌ es digno de celebraciÛn, tanto es asÌ que yo lo celebro a lo largo de m·s de dos meses cada aÒo.
A lo que iba, que con la llegada del mes m·s corto del aÒo, llega la hora de regresar al viejo continente, muy a mi pesar, aunque mi hÌgado me lo agradece con creces. El cuerpo comienza a dar muestras de flaqueza. Una otitis salvaje me ataca desprevenidamente, nunca he sufrido este mal y por ello no reconozco bien los sÌntomas, creo que es alguno de esos males que me aquejan de vez en cuando y que curo a base de g¸isqui y trankimazÌn, pero no. En el go-go bar soporto mejor el dolor por la anestesia del alcohol y la distracciÛn que me proporcionan mis amigas, pero una vez en casa, tras el baÒo habitual ya, la inflamaciÛn comienza a hacerse insoportable, no puedo reposar la cabeza en mi lado izquierdo. El dolor me lleva al borde del llanto. Me fumo un pitillo tras otro, me tomo una ìDormidinaî, luego medio TrankimazÌn, luego otro pitillo, luego unos Alka-Seltzer que encuentro por ahÌ, luego otro pitillo, luego otro medio TrankimazÌn, luego se hace de dÌa. El agotamiento y la quÌmica consiguen que duerma unas horas, una vez m·s el TrankimazÌn me ha salvado la vida, es un autÈntico b·lsamo de Fierabr·s. Claro que el respiro es moment·neo, hay que buscar una soluciÛn r·pida y efectiva. Llamo a mi seguro en EspaÒa, ellos se encargan de las gestiones para que pueda acudir a un hospital. Dos horas de clase y en tailandÈs es mucho tiempo, llego tarde y me voy pronto, tengo prisa por llegar al hospital. La moto-taxi tarda menos de 10 minutos en llegar, en menos de 15 me atiende el mÈdico. Confirma lo que ya sÈ. Me receta unos antibiÛticos, por suerte es mi ˙ltima noche y no tengo pensado salir, por lo que la imposibilidad de beber alcohol no me importa. De regreso a casa paso por delante del Nanas, el dolor de la noche anterior me hace ver las cosas con m·s cordura, por lo tanto, no tengo tentaciones malvadas. Me conformo con recordar la noche anterior, noche de despedida. Esa noche salgo con Leo y con Paco, hacemos una ronda general de go-gos, vamos a los m·s habituales (Hollywood, Rainbow II, Rainbow I, etc.) y terminamos en el de siempre, el Pretty Lady. Es miÈrcoles, un dÌa en el que suelen estar casi todas las chicas. Entramos en el local y nos instalamos cÛmodamente en la barra donde bailan las mozuelas, para tenerlas a mano y verlas bien de cerca. No tardan en acercarse las que m·s conocemos. AquÌ, la costumbre es, en cambio de dar dos besos, hacer un repaso de su cuerpo con las manos. Para no faltar a la tradiciÛn, asÌ lo hacemos. Mientras charlan amigablemente con mis amigos, yo me entretengo intentando colar mi mano por cualquier recoveco de sus cuerpos que veo a mi alcance. Estando enfrascado en tan ardua labor, aparece Wan vestida de calle, lo que significa que viene de estar con un cliente. La recibo con un ìguarrilla, øde dÛnde vienes?î , pregunta harto retÛrica en esas circunstancias. Sabe que es mi ˙ltima noche y ha venido a despedirse. Nunca me la he llevado, pero siempre nos hemos llevado bien, tal vez justamente por este motivo nos llevamos bien... por lo menos tengo la tranquilidad de que en nuestra relaciÛn no median intereses econÛmicos, por mi parte sÛlo hay lujuria, por la suya, amistad con un occidental que habla tailandÈs y que la escucha y le habla cada noche de lo divino y de lo humano. Daa est· con un cliente sentada en un sof·. Nos saludamos desde la distancia para no espantar al primo que va a soltar los cuartos esa noche. Sin apenas percatarme, llegan las dos de la maÒana. Hemos pasado m·s de dos horas charlando y bebiendo. Es mi noche de despedida y yo me ocupo de la cuenta. No llega a cinco mil pesetas. Pienso que dentro de una semana, me gastarÈ lo mismo, pero sin haber invitado a nadie y con las manos en los bolsillos, frente a una barra abarrotada de gente vestida de invierno. Cuando quiero darme cuenta, todas las chicas conocidas han desaparecido. Salimos a la calle. Observo con satisfacciÛn que cierta normalidad ha vuelto a las calles. Ya se puede beber alcohol en los puestecillos de la calle, bueno... poder no se puede pero la policÌa vuelve a hacer la vista gorda a condiciÛn de que los puestos ambulantes simulen vender sopas de fideos y las copas se sirvan en vasos de cartÛn, es cutre pero mejor eso que no marcharse a casa a las dos. Tengo la sensaciÛn de vivir en ìChicago aÒos 20î bebiendo g¸isqui oculto tras un enorme cuenco de sopa. Tal es asÌ que espero en cualquier momento que aparezca un negro bailando claquÈ para amenizar la noche, al tiempo que el puesto de flores de al lado se gira y aparece una enorme ruleta, en cuanto la policÌa dobla la esquina. En fin, son los simples delirios de una noche de despedida. Me marcho pronto, el oÌdo est· empezando a dar avisos de la noche que me va a hacer pasar.

Aprovecho la noche de sobriedad obligada para descansar. Quiero levantarme pronto (relativamente) y disfrutar de las pocas horas que me quedan en Bangkok. Me voy al palacio de la inform·tica (Panthip) y ... °oh! øQuÈ ven mis ojos? El soporte para port·til con ventiladores y puertos USB incorporados. HacÌa m·s de un mes que lo esperaba, ya pensaba que me irÌa sin haberlo podido comprar. Lo compro, lo instalo y me apresuro a llamar a Leo. Desde que le expliquÈ mi intenciÛn de comprarlo se mofaba del artefacto, sin acabar de entender su utilidad, probablemente por la poca claridad de mis explicaciones dadas entre copa y copa frente a las go-go girls, que siempre son elemento de distracciÛn. Ante las excelencias de los resultados por mÌ descritas, no tarda en compr·rselo y pasa a formar parte del club de los que tenemos port·til con ventiladores suplementarios.

Ya cuento las horas que me quedan. Las maletas est·n pr·cticamente hechas desde hace dos dÌas, pero el momento crÌtico de cerrarlas y comprobar que ello es imposible todavÌa no ha llegado.