19 enero 2004

°Menudo madrugÛn! No sÈ por quÈ, el viajar conlleva, en la mayorÌa de los casos, a levantarse pronto, a una hora en que las personas decentes comienzan a trabajar, cosa inhumana, se mire por dÛnde se mire. Procuro ajustar los horarios al m·ximo para no tener que realizar tamaÒo esfuerzo, cosa que casi nunca logro.

El aviÛn sale hacia Phnom Penh (Camboya) a las 12 del mediodÌa. Habiendo dormido apenas cuatro horas, salgo de camino al aeropuerto. Hago bien en llegar pronto, de hecho, la facturaciÛn no tiene lugar en la terminal que se me habÌa indicado, adem·s, en Bangkok los tr·mites son siempre largos: facturaciÛn algo parsimoniosa, pago de tasas aeroportuarias, control de inmigraciÛn, y finalmente el trayecto hasta la puerta de embarque, que suele estar ìdonde Cristo perdiÛ el mecheroî.
Desde sus preparativos, el n˙mero 13 persigue este nuevo periplo; comprÈ el billete un martes 13, me percato de que llevo13 dÛlares en el bolsillo al salir de casa, pido que me cambien de asiento en el aviÛn y me dan la fila 13...

Cuando viajo por estos paÌses utilizo un truquillo inofensivo que resulta ˙til en muchos casos: me pongo mi uniforme de trabajo (aviaciÛn) y llevo mi carnet, sin embargo, este truco lo puede llevar a cabo cualquiera, trabaje o no en el sector aÈreo. Basta con llevar un pantalÛn azul marino, camisa blanca (la cl·sica de piloto o chofer de autob˙s, corbata y como complemento una alfiler de corbata con alg˙n motivo aeron·utico o, en su defecto, un pin con alg˙n emblema igualmente relativo a la aviaciÛn. El carnet puede ser el del video-club de la esquina, pero es aconsejable que lleve foto y tenga escrita alguna palabra que empiece por ìairî o ìaviaî. Siempre ayuda utilizar como equipaje de mano una maletita con ruedas con alguna pegatina de cualquier compaÒÌa conocida o del Corte InglÈs, con la proliferaciÛn que hay hoy en dÌa de compaÒÌas, øquÈ sabe un pobre tailandÈs si los grandes almacenes son compaÒÌa aÈrea o charcuterÌa?
Las ventajas de semejante artimaÒa las encontramos en primer lugar en la tienda libre de impuestos. Hay que preguntar a cualquier dependiente si hay descuento para tripulaciones (ìIsnít there any crew discount?î es la frase), cosa a la que siempre, o casi, responden afirmativamente. En el caso del aeropuerto de Bangkok es del 20 por ciento, cantidad nada desdeÒable. En Phnom Penh, el descuento se aplica en la cafeterÌa (me dice una amable seÒorita con cara de l·stima hacia mÌ: ìel descuento es porque usted trabajaî. ìY no sabes cÛmo hija mÌaî pienso en mis adentros). El cartÛn de Marlboro sale por 384 bahts, algo menos de 8 euros en Bangkok, en Camboya todavÌa no aplican descuento alguno en los ìduty freeî sin embargo el cartÛn cuesta 9 dÛlares (mismo precio que en la ciudad ø?) por lo que resulta todavÌa m·s econÛmico que en Tailandia.
Las ventajas se extienden hasta la llegada al hotel, donde al ser interrogado sobre mi profesiÛn por parte de la recepcionista, me da la buena nueva de que tengo un precio especial, pago 10 dÛlares menos que el com˙n de los mortales. EstarÈ cuatro noches, me ahorro 40 dÛlares, son dos putas y media o 20 whiskies, °estupendo!

Viajo con President Airlines. Es la m·s barata. En principio es una compaÒÌa camboyana de capital indonesio y bandera yugoslava. Su flota la componen a lo sumo 2 Boings 737-200, un autÈntico placer para los oÌdos cuando uno se sienta a la altura de los motores. En el momento del despegue o del aterrizaje, dan la impresiÛn de que van a reventar de un momento a otro. Veo que la tripulaciÛn la componen occidentales, excepto dos azafatas y un azafato, perdÛn, tres auxiliares de vuelo y una jefa de cabina, que luego se cabrean.
Los 50 minutos de vuelo transcurren sin incidente alguno. Sobra decir que no hay ninguna revista propia de la compaÒÌa para leer, periÛdicos en el embarque debÌa de haber dos en lengua inglesa para el centenar de pasajeros que compartÌamos travesÌa, periÛdicos chinos sobraban unos cuantos, deduzco que no despertaban gran interÈs por parte del pasaje.
Bajo del aviÛn el ˙ltimo, no sin motivo. Ello me permite bajar el primero para llegar al tedioso mostrador de visados. Paso, sin novedad, los tr·mites de inmigraciÛn. Foto, 20 dÛlares y paí lante. Hay una docena de funcionarios en fila tras un mostrador para despachar a los reciÈn llegados, l·stima que sÛlo trabajen dos, el que toma la documentaciÛn que has rellenado y el graciosamente te arranca los 20 dÛlares de la mano a cambio te tu pasaporte con el flamante visado que ocupa una p·gina entera. AllÌ no termina todo. M·s adelante est·n las ventanillas dÛnde se encuentran los funcionarios ìm·s avanzadosî de relucientes uniformes, disponen ya de ordenadores, cosa que los ha hecho m·s lentos, aunque eso sÌ, aparentan m·s seriedad. Tras comprobar que no estoy en la lista de los pedÛfilos ni narcotraficantes m·s buscados, me dejan pasar a recoger mi maleta, los funcionarios de aduanas van a su bola y se limitan a tomar el enÈsimo documento que he tenido que rellenar previamente, la verdad, quiÈn va a querer entrar algo en un paÌs en el que m·s bien se viene a consumir materia prima originaria del lugar (entiÈndase lo que se quiera).

Salgo de la terminal con la vana esperanza de que el hotel haya recibido mi reserva por internet y haya enviado un chofer a recibirme como en otras ocasiones, todo por ahorrarme 7 dÛlares, que es media puta. Espero, miro, alg˙n guÌa me pregunta si soy el seÒor XXX, me dan ganas de decirle que sÌ, pero me da pena por el autÈntico seÒor XXX, que puede verse perdido y desolado en un paÌs extraÒo. Me voy hasta el mostrador de taxis. Tras un ìManolo, ven paíc·, que hay uno paí tiî en versiÛn camboyana, aparece un tipejo con cara amable y morena, de estar todo el dÌa al sol esperando clientes. Le indico el hotel en el que quiero alojarme. Nos medio entendemos en inglÈs. Durante todo el camino me ofrece otros hoteles, me indica que hay uno nuevo y que como gran cualidad tiene la de ser hind˙. øY a mÌ quÈ me importa que sea hind˙ o ruso? Finalmente arribamos al hotel. Lo primero que vemos, son tres gigantescos rollos de moqueta justo en la puerta. Ahora entiendo por quÈ no respondÌan mis llamadas ni mis e-mails. Est·n de reformas. °Pero Cristo bendito! Si cuando me fui el aÒo pasado por estas mismas fechas ya lo estaban reformando. Hay que buscar alojamiento. Me niego, por orgullo, a plegarme a las sugerencias que previamente habÌa rechazado con desprecio. Afortunadamente conozco un par de hoteles por referencias de otros aficionados al paÌs.
Phnom Penh es la capital, pero no deja de ser un pueblo grande, se recorre en poco tiempo. Visitamos un par de establecimientos, unos llenos (es temporada alta) y otros no acaban de ser de mi agrado. Opto por ir al hotel Juliana, el taxista, muy reticente (supongo que ese hotel no le da comisiÛn alguna) me dice que est· muy lejos. Le replico que cÛmo va a estar lejos si aquÌ no hay nada lejos. Efectivamente, en cinco minutos ya estoy en la recepciÛn pidiendo cobijo, me dan la buena noticia de que por ser personal de aviaciÛn tengo descuento y no lo dudo. Miro al taxista cÛmo diciÈndole ìlas maletas ya tendrÌan que estar aquÌî. Muy apenado el hombre, me da su telÈfono por si necesito de sus servicios durante mi estancia. Le doy tres dÛlares m·s de lo acordado, por el paseo que le he hecho dar por el bullicioso pueblo, se alegra, sin embargo se va algo cabizbajo por no lograr la tan ansiada comisiÛn del hotel. El botones coge mis maletas y me acompaÒa hasta la habitaciÛn, una planta baja frente a la piscina, estupendo. El pobre chaval se afana en darme explicaciones sobre las excelencias de la habitaciÛn. Intenta hacer tiempo para que yo meta la mano en el bolsillo y saque ese m·gico papelito verde con efigie de presidente norteamericano. Me instruye sobre cÛmo utilizar el aire acondicionado, el mando de la televisiÛn, las luces, como gran cosa me indica que el hotel me ofrece graciosamente un litro de agua al dÌa. Cansado, le doy un dÛlar, cierro la puerta, cuelgo mi rentable uniforme en el armario, me doy una ducha y a dormir. Quiero levantarme sobre las siete de la tarde para cenar algo, hacer la digestiÛn, y comenzar mi ìTour de Phnom Penh la nuitî.