04 febrero 2004

Atr·s dejo Camboya con sus grandezas y sus miserias, atr·s quedan recuerdos que ser·n para siempre imborrables...

Pero hay que mirar al futuro, en este caso al futuro m·s inmediato que son las putillas de la capital siamesa.

Aterrizo en el aeropuerto de Bangkok sobre el mediodÌa, buena hora, no hay tr·fico todavÌa. Consigo llegar a mi apartamento antes de la una, tiempo para hacer un par de compras, un masajito de pies, y a la piltra a dormir las horas que no pude dormir la noche anterior. Hay que estar en forma para enfrentar la noche bangkokiana. Hace dÌas que no me ven y seguro que mis amigas est·n preocupadas.
Me levanto sobre las siete de la tarde. Me acerco al restaurante de los cupones, no, nada que ver con la ONCE. Se trata de un tipo de multi-restaurante muy difundido por el paÌs. Se compran cupones en un chiringuito, como si dinero del Monopoly se tratara, se coge una bandeja y se va de puestecillo en puestecillo comprando los alimentos que m·s nos agradan. Suele haber de todo, desde comida local hasta cocina italiana, pasando por japonesa o coreana. Terminado el recorrido, nos sentamos en una mesa y degustamos lo que hemos comprado. Una vez la panza llena, nos levantamos y nos vamos tranquilamente, sin esa absurda obligaciÛn impuesta por los ìrestaurantesî de comida r·pida de tener que limpiar uno la propia mesa. Si nos sobra dinero del que hemos comprado, volvemos al chiringuito y nos retornan dinero de curso legal. Es un tipo de restaurante poco conocido por los turistas, una l·stima, porque son realmente econÛmicos. La noche en cuestiÛn, me como un filete de salmÛn a la plancha por 40 bahts (menos de un euro).
Me voy paseando por Sukhumvit desde el restaurante hasta el Nanas, unos cuantos metros, pero que se pasan r·pido dado el espect·culo callejero que se organiza a esas horas con los comerciantes instalando sus puestos, las putas saliendo de sus cuevas y los turistas dando muestra de los primeros signos de embriaguez.
Entrando en el Nanas, me para un turista, y me mira cÛmo si me conociera, le sigo el rollo y le saludo con cierta efusividad, m·s falsa que un euro de madera. Intento que me dÈ pistas a ver si recobro la memoria. Pronuncia la palabra ìCambodiaî, ciertamente debe de haberme conocido allÌ. Me presenta a su ìnoviaî, en un primer momento la confundo con un travesti (abundantes en esa zona) y pienso: ìpobrecillo Èlî. Al hablar ya veo que no lo es, sin embargo, ella no estaba en Camboya, o sea que Èl se la estaba pegando a ella con las camboyanas y vietnamitas, en fÌn, un lÌo. Esto de peg·rsela el uno al otro se estila mucho por aquÌ, y yo que pensaba que era patrimonio de nuestro gran paÌs. El chaval en cuestiÛn me cuenta a grandes rasgos lo que ha hecho estos dÌas y con gran pesar me dice que se vuelve a Gran BretaÒa (creo) en un par de dÌas, supongo que sin su ìnoviaî. Le deseo suerte y me marcho, me marcho preocupado, muy preocupado. øCu·ndo y dÛnde he conocido yo a este joven? No paro de darle vueltas al asunto, y todavÌa hoy no hallo respuesta. øSer· la medicaciÛn? øSer· el whisky? Me temo es que la combinaciÛn de ambos. No irÈ al mÈdico porque ya sÈ lo que me va a decir, o sea que prefiero ahorrar su tiempo y el mÌo.
Para forzar la memoria, me instalo en el Pharaos y pido la primera copa mientras veo por televisiÛn uno de esos est˙pidos espect·culos de ìpressing catchî que tanto encandilan a los estadounidenses. Recuerdo que de pequeÒo, cuando a˙n no residÌa en EspaÒa, me fascinaba, pero era un niÒo y me lo creÌa. Lo patÈtico del asunto es que los que lo miran, lo pagan y lo gozan SON ADULTOS Y ESO ES MUY TRISTE (lÈase con voz de Pumares). Luego no me extraÒa que monten guerras como la de Irak. Terminado el bochornoso espect·culo viene una sesiÛn de crÌquet desde Australia. Entre el brit·nico que no sÈ de dÛnde lo conozco, el ìpressing catchî y el crÌquet, me est·n dando la noche. Hace falta con urgencia un cambio de tercio. Pago mis copas y me voy a ver a mis niÒas del Pretty Lady, a ver si me hacen olvidar un comienzo tan desastroso. Los camareros y encargados me reciben con la amabilidad que les caracteriza cuando est·n presentes ante alguien que saben que se va a dejar una pasta. No les quita mÈrito, pero es asÌ. Tailandia es el paÌs de la sonrisa, si antes has pasado por caja, naturalmente. No quiero decir que sean unos interesados, pero hay que pasar la ìprueba del algodÛnî y esa prueba consiste en gastar dinero. Luego, aunque no seas un derrochador, ya te tienen en estima, al margen del nivel de tu cuenta corriente.
Paso lista, parece que est·n todas, por lo menos las que m·s conozco, es decir, las que pueden sufrir abusos deshonestos por mi parte sin poner excesiva resistencia. Lo curioso de estas chicas, es que si un dÌa, por el motivo que sea, dejas de meterles mano, se preocupan. En alguna ocasiÛn que he tenido la moral baja, me he presentado allÌ a tomarme mis copas pero sin hacerles demasiado caso, quiero decir, las saludaba, pero no les tocaba el culo, ni las tetas, no les bajaba las bragas y ni hacÌa ning˙n acto l˙brico de los habituales en estos locales. Entonces venÌan ellas a preguntarme quÈ me pasaba y se ofrecÌan voluntarias a sufrir mi acoso, a sabiendas de que ello podÌa remontarme la moral, tal y como sucedÌa en la mayorÌa de los casos.
Hoy tambiÈn est· la chica-perchero. No es que estÈ quieta la mujer, es que en lugar de pechos tiene prominentes pezones de los que se podrÌan colgar numerosas prendas, sin que Èstos llegaran a doblarse, un autÈntico prodigio de la naturaleza.
Todas suelen ir vestidas con un bikini, que se quitan a la hora de bailar. Hay cierta uniformidad en los modelos, pero algunas, por destacar sobre las dem·s, utilizan modelos particulares. Una de las chicas, en su af·n por ser original, estrena hoy un nuevo modelo. Toda una serie de finas cintas recorren su cuerpo unidas a su vez por anillas met·licas, formando una suerte de malla; el trozo de tela (parece pl·stico) que recubre su parte m·s Ìntima tiene un pequeÒo problema, se mete dÛnde no debe y al mismo tiempo deja al descubierto los laterales de lo que debiera cubrir, todo ello debido, a mi entender a que las cintas que recorren su cuerpo estiran el bikini hacia arriba. Le hago notar, repetidamente, el pequeÒo inconveniente que tiene su reciÈn estrenada prenda, cosa que la hace sonrojarse mientras procura arreglar buenamente y con cierto disimulo el entuerto en que se encuentra.
S˙bitamente, mientras tomo la enÈsima copa, mis ojos tienen la oportunidad de contemplar un espect·culo inusual por estas latitudes. Una occidental decide unirse a las chicas que bailan sobre el estrado ante la atenta mirada de su pareja. Para no desentonar, se despoja de todas las prendas que no llevan las dem·s. Entra muy bien en su rol, sabe moverse, sabe lo que es una barra de go-go, y sabe que los juegos lÈsbicos forman parte del espect·culo. No quiero aventurarme sobre cu·l es su profesiÛn, pero la sospecho. Por sus rasgos parece ser de Europa del este. Goza y disfruta cuando la miran. Los m·s sorprendidos, agradablemente, son los orientales (japoneses, coreanos, chinos, etc.) que no suelen ver con frecuencia a mujeres blancas desnudas y moviÈndose a escasos centÌmetros de sus caras. Entre el jolgorio y los aplausos de todos los presentes la chica regresa con su pareja que est· rebosante de orgullo de tener una mujer que se va desnudando por los bares. Hay que ser muy liberal o gilipollas.
Va pasando la noche y el alcohol se hace notar. Pide cambio de terreno de juego. Me traen la habitual abultada cuenta, la pago y, tocando tetas y culos a modo de despedida, salgo del local.
Me encuentro con un gran despliegue policial. øHa vuelto Al-qaeda a amenazar este centro de ìvicio y perversiÛnî? No. Es un control m·s de ìyaa-baaî, la droga m·s en boga en Tailandia, una meta-anfetamina que algunas putas toman para aguantar la noche. Las dem·s no toman y la aguantan igual, pero bueno, eso es otra historia. Al igual que muchos otros, me quedo por allÌ curioseando. Observo que el objetivo del control, que consiste en una toma de muestra de orina, se dirige b·sicamente a los travestÌs. Por el ambiente reinante, m·s bien parece una fiesta, por lo que dudo que haya alg˙n resultado positivo. Me da la impresiÛn de que se trata m·s bien de un golpe de efecto hecho delante de todos los turistas, para que luego cuenten en sus paÌses que en Tailandia se preocupan mucho por la droga. Estos mismo controles se han hecho en colegios y universidades y allÌ sÌ ha habido resultados positivos. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, los alumnos que dan positivo, no son castigados sino enviados a centros de desintoxicaciÛn. Toda esta guerra contra la droga lleva en funcionamiento apenas un aÒo y todavÌa no se ven resultados espectaculares. Se le ha dado carta blanca a la policÌa para que elimine a los narcotraficantes y hasta el momento ha habido unos dos mil muertos, en m·s de un caso, se duda que el muerto tuviera relaciÛn con la droga. Los efectos quiz·s se noten a medio plazo, de momento todo parece seguir igual.

El cuerpo me pide retirada. Le hago caso. Estoy bastante cansado de beber alcohol despuÈs de las 2 como si estuviera consumiendo alguna sustancia prohibida. En casa me espera la piscina y algo sÛlido en la nevera para darle a este cuerpo tan maltratado.
TodavÌa me quedan unos dÌas, y no es cuestiÛn de ponerse enfermo en el ˙ltimo momento.

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